Y a pesar de todo, no sé qué momento, qué lugar, que mirada o que palabras
fueron las que lo empezaron todo. Lo que sí sé decirte, es que para cuando me quise dar cuenta ya era demasiado tarde.
No era el más guapo, ni el más simpático. Ni si quiera bailaba bien.
Pero me gustaba.
Pero me gustaba.
El plan era sencillo. Quedábamos, él me sonreía y yo le devolvía la sonrisa [...].
Pero nunca le hablaba de mí para que no se enganchara del todo [o para no
engancharme yo], porque teníamos fecha de caducidad y se llamaba septiembre.
Pero nunca le hablaba de mí para que no se enganchara del todo [o para no
engancharme yo], porque teníamos fecha de caducidad y se llamaba septiembre.
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